Te lo confieso: descubrí el sexo a muy temprana edad. Tengo un hermano mayor, y a escondidas metía en casa revistas de mujeres desnudas que yo revisaba cuando me quedaba solo en la habitación. Yo era muy pequeño, y aunque no sabía bien qué era lo que tenían aquellas imágenes, lo cierto es que me fascinaba mirar a las chicas desnudas. Más tarde, pasé a mi propio cuarto, con televisión. Toda una suerte para un chaval preadolescente que recién está descubriendo los placeres de la vida. Entonces me topé con esos programas y películas X que no dejaba de mirar sintiendo ya algún que otro cosquilleo. Ni en mis fantasías más prohibidas imaginaba que realmente acabaría teniendo sexo con una escort de lujo.
Las prostitutas de lujo: un mundo aparte de sensaciones
Pese a mi experiencia adquirida con la sexualidad a lo largo de tantos años, lo cierto es que luego no he tenido mucha suerte con las chicas. Con alguna que otra salí, pero siempre me sentía insatisfecho y ni el amor ni las relaciones me ha funcionado. Seguro que esto te suena de algo. Ellas eran demasiado cortas y, unido a la inexperiencia propia de ambos, nuestras relaciones sexuales eran aburridas, monótonas y sin gracia. Yo era demasiado tímido para proponerles a ellas que hiciéramos nada, aunque ganas e imaginación no me faltaban. Llegué a sentirme frustrado por ello. En el sexo, me faltaba algo.
Hasta que, finalmente, un día y por casualidad, decidí probar el servicio con una prostituta de alto nivel. No lo había planeado. Surgió porque me crucé con una diosa por internet. Digo bien: una diosa. Porque eso es Odette. Una diosa del sexo. Era tan perfecta, con su piel bronceada, y se la veía tan tierna y dulce… Y lo fue. Un impulso me hizo decidirme. Apagar mi timidez y lanzarme a la aventura de probar la experiencia. Y es lo mejor que pude haber hecho nunca.
Aunque llegué cortado, en cuanto me vio, Odette supo qué era lo que yo iba buscando. Y no me refiero puramente al sexo, sino a las sensaciones, a los temores, y a mi personalidad. Sexo ya había tenido, pero yo buscaba algo más. Buscaba la pasión. Mis temores se disiparon tras un rato de conversación, y mi cuerpo se encendía solo mirando, oliendo y tocando aquella dulzura perfecta de curvas impresionantes y mirada intensa y complaciente.
Aquella cita fue ardiente y completa. Probamos todas las mieles del sexo: sexo oral, masturbación, posturas inimaginables, masajes eróticos. Y lo mejor era que me sentía realmente cómodo. Por fin cumplí mis fantasías y, en absoluto me sentí un bicho raro. Después he visitado varias veces a Odette y a otras señoritas de compañia. Una experiencia que te recomiendo al cien por cien.