Llegué al hotel cansado de mi viaje. Solo. Decidí darme una buena ducha. Sin embargo, algo en mí se encendía cada vez más. Me puse el albornoz y empecé a ver páginas calientes. Mi excitación iba en aumento. Entonces la vi. Salma, una verdadera preciosidad. Estaba ante Sensuality Models, una página que me ofrecía, para mi gusto, a su mejor señorita.
Comencé a dar vueltas por la habitación, con el móvil en la mano. Inquieto. Deseoso de llamar. No podía dejar de mirar sus fotos. Esa belleza dulce, sus ojos color miel, sus curvas en movimiento… Sin darme cuenta ya estaba al teléfono con la agencia.
El trato fue muy discreto y agradable. Sin hacerme muchas preguntas, tenía una cita para esa noche con mi acompañante de lujo. El corazón se me salía y mi excitación crecía con tan solo imaginarla. Le di una dirección donde pasaría a buscarla en un coche privado.
Salma estaba allí puntualmente. La puerta del coche se abrió y vi cómo unas piernas largas y suaves se colaban hacia el interior. Todo su cuerpo y elegancia iban adornados con una sonrisa. Sin más, le estaba diciendo que deseaba poseerla. Ella respondió con una mirada sutil y una caricia sobre mi entrepierna. Llegamos al hotel desatados. La había acariciado durante todo el trayecto y ella había notado mi erección con sus manos. Se desnudó ante mí dejando tan solo un minúsculo tanga. La tumbé boca abajo sobre la cama, aparté su ropa interior y con mi lengua comencé a saborear su esencia. Ella me regaló gemidos que me excitaban aún más. A cuatro patas podía comerla mientras acariciaba sus pechos. Cuando ya no pude más quise penetrarla, pero Salma se giró colocando mi sexo en su boca, aquello me dejó loco. Un orgasmo que me supo a poco. Una noche en la que nos poseímos una y otra vez.