Todo indicaba que iba a ser un día normal para Marco. De casa a la oficina y poco más. Buscando información por Internet, Marco se detuvo ante la imagen de una preciosa mujer. Era el anuncio de una acompañante de alto nivel. La simple idea de verse junto a ella y sus juguetes eróticos, le excitó. Cogió su móvil y llamo a la dulce y sensual Angélica para concertar con ella una cita esa misma noche.
El día se le hizo eterno, pero por fin estaba ante ella. Una preciosa joven de hermosas curvas y sonrisa sensual. Subieron a la habitación de un hotel donde él le confesó que tenía sus preferencias sexuales e incluso algún fetiche. Angélica esbozó una sonrisa y acercándose a él le preguntó: «¿Te gustan los juguetes eróticos?», a lo que Marco respondió: «Sorpréndeme. Pero no te quites las botas ni el tanga. Quiero hacerte el amor con ello puesto»
Angélica comenzó a desnudarse ante él. Tal y como le pidió se dejó las botas puestas y su ligero tanga, pero además colocó sobre su verde mirada un antifaz negro que hacía de sus ojos los de una tigresa. Marco no podía creerse la imagen tan sexy que estaba admirando. Agarró a Angélica por la cintura tumbándola en la cama. Acarició sus botas de cuero que le llegaban hasta la rodilla y abrió sus piernas, de tal forma que los tacones se le clavaron en sus nalgas. «No quiero que te muevas», le dijo Marco. «Pues átame», respondió Angélica. Así lo hicieron. Ella con esposas y entregada a él con sus piernas totalmente abiertas. Marco apartó su tanga sin quitarlo y acarició su sexo, lo lamió y de la misma forma la penetró notando cómo con cada movimiento las botas de Angélica se clavaban cada vez con más fuerza en sus caderas.
Fantasía cumplida y total discreción asegurada.