El crecimiento personal puede alcanzarse a través de infinidad de vías. Sin embargo, los masajes tántricos, propuestos por la sabiduría hindú, están ganando cada vez más adeptos por fundamentarse en un principio básico: si tenemos una vida sexual plena esto será palpable también en otros ámbitos de la existencia, porque afrontamos los obstáculos de la vida de forma más relajada y nuestra salud será la primera en notar sus beneficios.
Y pese a que la atención de los masajes tántricos esté centrada en la estimulación de los genitales con el objetivo de provocar placer, el orgasmo no es su finalidad y las relaciones sexuales con penetración no se incluyen.
Dos sexos, dos técnicas
Al masaje tántrico aplicado a los atributos sexuales masculinos se les denomina Lingam (varita de luz) y antes de entrar en materia se debe crear una atmósfera íntima en la que se ejercita la meditación y la relajación del cuerpo y el alma.
En el Lingam tienen una vital importancia las caricias en el pirineo, considerado un punto sagrado, y a la hora de manipular el pene y los testículos se recomienda alternar movimientos suaves con acciones de fuerza mesurada. Debemos controlar la respiración para centrar la atención en el clímax.
A los masajes tántricos en las mujeres se les denomina Yoni (templo sagrado) y requieren de mayor atención. Se comienza acariciando el abdomen, los pechos, los muslos… hasta que se logre un nivel de excitación que permita comenzar con la vagina, siempre de fuera hacia dentro y con sumo cuidado, ya que la mujer cuenta con más zonas erógenas que el hombre y deben ser tratados con delicadeza para no interrumpir su estado de relajación.
Poco a poco y con las indicaciones de tu pareja, se irá descubriendo los puntos de mayor placer de su anatomía. Un consejo: debemos confíar además en el poder de excitación de la mirada.
Descubre los masajes tántricos, una placentera forma de despertar tu energía interior